Nunca debí abrir el cajón donde guardaste tus secretos. Creo que has muerto.
Allí escondí tus recuerdos y a pesar de los años aún se mantiene en la habitación el olor a tu boca. Es curioso como esos cajones se parecen a ti. Durante el día te quedabas callado en las esquinas, esperando el momento para prender fuego a las cartas de mis amantes, que solo vivian en tu deseo. A veces aparecen escritas tus palabras de odio en las paredes y siento todavía las cicatrices en mis piernas. En estos años la manzana podrida todavía da vueltas en mis pensamientos. En mis sueños siempre apareces y esperas un descuido para volver a desgarrarme el alma. Tengo miedo. Quemé tus fotografías pero no consigo desvanecer tu sombra.
Abrí por última el cajón en la oscuridad y una mano acarició mis cabellos. No me moví, tal vez me lo esperaba. Como la primera vez que me llevaste a aquel cine de verano. Ahora estás muerto para mí. No te quiero. Pero tu mano siempre regresa y espera su momento para volver a estrangular las rosas del invierno. Antes de morir me juraste que regresarías a mi lado
Hace frío en esta habitación, y tu mano aprieta con fuerza y atraviesa mi corazón una vez más. Ahora sé que nunca te fuiste.