Me desperté con una maraña de hilos en la cabeza. Confieso que nunca me había pasado algo similar. La discusión terminó cuando él tiro mi pecera por la ventana.
Nos conocimos en la sección de lácteos de Carrefour. Allí cruzamos nuestras miradas sobre el último yogurt desnatado. Sonreíste y me mostraste tu dentadura en perfecta harmonia. Creo que el interior de las persona comienza en sus dientes.
Aquella tarde llovía y no me pareció mal refugiarme en tu guarida. Tropezamos en el salón con las coincidencias habituales.
—¿Y si nos comemos el yogurt en mi cama?
Dos años y un desfile de tortugas en televisión, la aguja atravesó mis ojos lentamente para tejer un falso escenario. Sabía que si tiraba del hilo que enredaste en mi cabeza descubriría tu mentira. Hasta el día que ella dio el paso definitivo y me dejó la nota en la nevera.
Patricia, sabes que soy tu mejor amiga. Perdona pero me comí tu yogurt.
Él se sentó en la cama y me mostró mi lista de defectos. Los he recopilado día a día en esta libreta, ya terminé las páginas debes irte.
Conseguí saltar a tiempo por la ventana y rescatar mi pecera en el aire. La abracé con fuerza.
Ahora todo está en en orden.